miércoles, 29 de mayo de 2013

Estereotipos que cansan

Hoy vengo a quejarme un poquito de los estereotipos que pululan por la esfera literaria. Y es que empieza a resultarme aburrido abrir un libro y encontrarme a mujeres, algunas ya de cierta edad, que a pesar de ser las más listas de su promoción en la universidad X, y capaces de combinar átomos mientras duermen sin que sus pechos dejen de estar turgentes y su melena ondee al viento como si acabaran de hacerse un alisado japonés en la peluquería, sean vírgenes y totalmente incapaces de llevarles la contraria a “su hombre”.
Los personajes masculinos tampoco se libran de este fenómeno, ellos son tipos con músculos bien trabajados y una mirada de ángel tan profunda que derretiría los casquetes polares. Tremendamente hábiles según el narrador, aunque rara vez lo demuestran a lo largo del relato. Con puños de acero y fuertes como una roca. Capaces de resistir caídas desde alturas imposibles o tiros en la nuca sin que su traje de cuero negro, o su impecable Armani, se arruguen lo más mínimo ni pierdan un botón.
El personaje masculino es tan experto en artes amatorias que podría haber inventado el Kamasutra dos veces, y solo hay una cosa en el mundo que se le de mejor que el sexo, menospreciar o equivocar completamente los sentimientos de su pareja.
A uno de los dos siempre le persigue un oscuro pasado en el que aparece el socorrido trauma infantil, debido a esto, pueden preferir mantener la distancia durante varios lustros después del primer encuentro, ese en el que la pareja apenas habla o tiene la conversación más ridícula del mundo. Sea como sea, ambos caen enamorados perdidamente el uno del otro a primera vista  y se pasan el día rememorando labios carnosos, dientes blancos como las perlas, algún que otro muslo y el brillo de los ojos de su amado/a mirando al infinito en las noches de luna llena.
Ninguno hace alarde de amigos, él, como mucho, se sirve de algún vasallo/guardaespaldas (este acaba por ser el nuevo mejor amigo y confidente de la chica seguro) que sigue sus órdenes sin pestañear, pero se aburre tanto que termina por adoptar, o más bien soportar, a alguno de los amigos de ella, aunque al principio se resiste porque sabe que todos los personajes masculinos están secretamente enamorados de la protagonista.
Ella, por su parte, para dejar claro que solo le interesa su hombre y ha nacido para él, trata a patadas al resto de varones que la rodean, y con las mujeres adoptar una aptitud obsesiva considerándolas envidiosas con ganas de matarla, así se trate de la madre del personaje masculino o de su abuela.
Los finales son lo mejor, cuando el malo, el único con una idea clara de lo que pretende hacer en la vida aunque sea el mal, se vuelve generosísimo y comparte todo tipo de detalles de cómo va a ser asesinado el/la protagonista, dándole además una serie de instrucciones para que camine hacia su fin pero con tiempo suficiente de pensar en cómo salvarse en el último momento.

Mi consejo, si vais a escribir una novela, relato… huid de los estereotipos. Una actitud normal en un personaje, unos cuantos defectillos, lo hace más humano y por lo tanto el lector se sentirá más identificado con ellos.

lunes, 6 de mayo de 2013

Hoy os traigo un concurso muy interesante del blog Papel de Tinta Negra en colaboración con la Editorial Espasa. La bases son muy sencillas, os animo a todos a participar:

http://papeldetintanegra.blogspot.com.es/2013/05/concurso-crossfire.html

domingo, 28 de abril de 2013

Vivir de otros autores


Casi todos los autores que puedes encontrar en la red no viven de escribir, el mundo literario es muy difícil y salvo unos cuantos afortunados que se han hecho un nombre, el resto ejercen otra profesión para poder subsistir.
Es una situación triste y según tengo entendido, en otros países los escritores son capaces de vivir de su trabajo gracias a que tienen otro sistema de cobro diferente al que ofrecen las editoriales Españolas a sus autores.
Muchos autores independientes han decidido unirse para apoyarse entre ellos y llegar así al top en las listas de ventas, este hecho no me parece reprobable, ya que el lector es el que al final juzga si debe permanecer en los primeros puestos de las listas de ventas o por el contrario la novela no merece estar allí, con lo que al final cae de esa lista irremediablemente por mucho apoyo que le deparen los compañeros.
Las editoriales suelen hacer algo parecido aprovechando el tirón del nombre conocido que no siempre es sinónimo de buen libro, y haciendo campañas en las librerías para que las novelas de su sello editorial estén bien visibles en las estanterías.
Hace un tiempo una amiga compartió un artículo de un periódico sobre el buenrollismo literario entre escritores que dio paso a todo un debate en el que entre otros, yo defendí la honorabilidad de mis compañeros escritores y la honradez a la hora de juzgar el trabajo ajeno. Me parecía increíblemente injusto que algunos nos acusaran de hipócritas a los que únicamente les interesa meterse en las redes sociales mostrando nuestra mejor cara a otros autores para vender más ejemplares, y aprovechar también el amiguismo para vender a los seguidores de los demás.
En mi opinión nadie puede acusar a un escritor por hacer publicidad de su trabajo, no obligan a nadie a comprarles, solo informan de que su obra está ahí. Nuestros libros son como nuestros hijos y luchamos por ellos.
Pero desde hace un par de semanas vengo encontrándome con “compañeros”, a los que ya no considero como tales, que a mi entender han ido más allá intentando subsistir aprovechándose no ya de los lectores, sino de otros autores.
Algunos de estos individuos se ofrecen a leer el trabajo de los demás “de forma desinteresada” para luego intentar venderles que deben apuntarse a este o aquel taller literario, que suele ser de un amigo suyo, y que por un módico precio te convierte en bestseller. ¡Ojo!, la gran mayoría de los talleres no se aprovechan de autor y son muy necesarios, pero lo mejor informarse y buscar por vuestra cuenta.
Pero los peores para mi son esos que directamente les piden dinero, voy a dejaros dos ejemplos de peticiones de este estilo para que veáis a que me refiero y luego os explico por qué me han parecido tan mal:


PRIMER EJEMPLO

¿Estarías dispueto/a a apadrinar a un escritor en apuros? (Yo)
Desglose de gastos que tengo:
Alquiler mensual: 250 euros (Estudio de una habitación)
Avituallamiento mensual y otros: 250 euros.
Total: 500 euros.
Si solo 50 amigos/as quisieran desprenderse de la módica cantidad de 0,34 céntimos diarios, esto solucionaría mi problema económico y además podría seguir haciendo lo que sé hacer: escribir, editar libros de otros autores…
Si te parece bien la idea y quieres apadrinarme da el Me gusta, cuando tenga los 50 padrinos / madrinas, me pondré en contacto con vosotros/as mediante mensaje privado.
Gracias por todo.
Y un abrazo en pos de la hermandad literaria.

Está muy bien que la gente se sienta inclinada al mecenazgo y esté dispuesta a pagar esa cantidad para que un autor pueda escribir, es muy loable, pero creo que deberían pensárselo bien, primero porque tener un estudio   no garantiza que lo escrito sea mejor, y segundo porque puedo aseguraros que las musas no tienen una dirección, llegan en cualquier parte y a cualquier hora. Muchos escribimos en nuestras casas, yo lo hago en papel y luego lo transcribo al ordenador. Entre papel, bolígrafos y pagar la conexión a Internet, no me gasto esa cantidad ni de lejos.
Hay que tener en cuenta que el trabajo de un escritor no se puede cuantificar en días, meses o años, es imposible establecer cuando terminarás de pagarle ese estudio.
El gancho de que editará la obra de otros autores es lo que menos me gusta, o pides un estudio para escribir tus novelas, o lo que quieres montar es una agencia literaria u editorial utilizando crowdfunding, lo cual no me parecería mal en absoluto si lo anunciara abiertamente, pero como no es el caso me quedo con la impresión de que solo se trata de una manera de asegurar que los compañeros le paguen el estudio con la promesa de evaluar, y quizá editar sus obras.

SEGUNDO EJEMPLO

“Estoy aprendiendo a construir una red de amigos virtuales que me proporcionen dinero real. Hazlo también con mi libro”

El escritor en cuestión añade un enlace de su novela, que es tipo “cómo hacerse millonario escribiendo, en tres segundos y con siete sencillos pasos”. Como me pareció tan increíble me comuniqué con este autor y le dije: “Me parece muy fuerte la frase, ¿amigos virtuales que me proporcionan dinero? ¿Hazlo también con el libro? ¿Amigos? ¿En serio?”. Su respuesta fue dejar de seguirme inmediatamente y la mía darle las gracias por dejar de hacerlo para que nadie me confunda con los “amigos” que le regalan dinero.

El caso es que empiezo a estar harta de autores que ofrecen correcciones, fórmulas milagrosas y otras soluciones a cambio de dinero a otros compañeros. Me parece terrible que haya autores que se porten así con otros para ganar dinero, por la sencilla razón de que ningún trabajador del mundo debería tener que trabajar gratis y encima pagar por su trabajo,  es completamente ridículo.
Si eres autor mi consejo es que cuando necesites corrección contactes con un profesional, no regales tu dinero a personas poco fiables, podrías no solo perder tu dinero, sino la ilusión y hasta tu obra.
Y a estos “autores” les recomendaría que se planteasen dejar de escribir, si no son capaces de editar o autoeditar por sus propios medios, es que no tienen talento suficiente. Vivir de aprovecharse de los demás es reprobable, yo misma he tenido una experiencia editorial de este estilo que no le deseo ni a mi peor enemigo.


miércoles, 6 de marzo de 2013

Las editoriales también pueden equivocarse


Como muchos otros escribo por placer, en mi caso también como terapia contra el estrés. Me gusta coger mi libreta y traspasar a mis personajes los problemas y frustraciones que voy acumulando en el día, así que podría decirse que cuando yo aterricé en el panorama literario lo hice más bien llevada por un impulso al ver en un blog de literatura las direcciones de algunas editoriales a las que se les podía enviar por email un manuscrito.
Nunca antes se me había ocurrido pensar en publicar una novela pero pensé, ¿y por qué no? ¿Qué es lo peor que puede pasar?
En nuestros días es frecuente que los rechazos editoriales se limiten a una educada carta estándar en la que te explican que el editor jefe, tras repasar tu manuscrito, ha decidido rechazarlo porque no encaja con su línea editorial, algo que aunque supone un varapalo para cualquier autor, no hiere sensibilidades.
Pero esto no siempre fue así, muchos de los más conocidos literatos recibieron críticas duras, incluso algunas podrían calificarse de crueles y a tenor del éxito obtenido con posterioridad por sus novelas, injustas.
Como tengo por costumbre os dejo aquí unos cuantos ejemplos de estos rechazos algo más que duros, de autores que luego alcanzaron el éxito y que por fortuna, en su momento, no cejaron en su empeño por publicar sus obras:

- Novela confusa, inconexa e improbable, cuyos personajes son primitivos y más brutos que el hombre prehistórico, amén de que se trata de una obra impropia de haber sido escrita por una mujer (Cumbres Borrascosas de Emily Brontë)

- No sabe usar el lenguaje inglés ( Rudyard Kipling, premio nobel de literatura en 1907)

- Su obra es propagandística, lúgubre y pesada (Un mundo feliz de Aldous Huxley)

- Basura sentimental (Ana Karenina de León Tolstoi)

- No tiene ningún futuro como escritor ( El espía que surgió del frío, Jon le Carre)

- ¿Para qué continuar? ( Ernest Hemingway)

- Totalmente intraducible ( Editores extranjeros con respecto a las obras de Jorge Luís Borges)

- Nunca conocerá la fama porque no es un escritor importante. Al cabo de cien años nadie le recordará (Balzac)

- Vulgar, bárbara, la obra de un salvaje borracho (Voltaire refiriéndose a la obra de Hamlet)

- Un libro que trata sobre una gaviota es algo ridículo (Juan Salvador Gaviota de Richard Bach)

- Suspirillos germánicos (Rimas de Bécquer)

- ¡Obsceno! ( Ulises de James Joyce)

- Tediosa. No puedo comprender que un señor pueda emplear treinta páginas para describir cómo da vueltas y más vueltas en su cama antes de encontrar el sueño ( En busca del tiempo perdido de Marcel Proust)

lunes, 18 de febrero de 2013

¿Que pondrías en tu epitafio?



Que nadie se asuste, no voy a hacer una reflexión profunda sobre un tema tan espinoso, únicamente pretendo llamar la atención sobre el arte de sorprender. Sí, y es que hay cantidad de lugares insospechados en los que admirar el ingenio, en este caso lo he encontrado en la losas de las tumbas.
Puede parecer macabro pero hay personas capaces de reírse de su propia muerte y dejar patente a los vivos el sentido irónico con el que afrontaban la vida, lo que me parece admirable.
Después de repasar algunos de esto epitafios que, por extraño que pueda parecer el tema, me han arrancado alguna que otra carcajada, me queda clara  una cosa, no es que les importara un bledo lo que los vivos pensaran de ellos, querían dejar clara su personalidad, arrancarles una sonrisa o una exclamación de sorpresa a todos aquellos que se acercaran a contemplar su último reposo, y querían hacerlo incluso después de muertos, en conclusión, me ha dado la impresión de que todos los que parecen reírse de su deceso amaban profundamente la vida.
Paso a reflejar algunas muestras de estos epitafios de personajes de sobra conocidos por todos y os animo a que participéis los que tengáis constancia de alguna última dedicatoria interesante.

Al morir échenme a los lobos, ya estoy acostumbrado. (Diógenes)
Espero que Cristo cumpla su palabra .(Miguel Delibes)
Si queréis los mayores elogios, moríos. (Enrique Jardiel Poncela)
Si no viví más, fue por que no me dio tiempo. (Marqués de Sade)
Aquí yace Molière el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien. (Molière)
Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo. (Miguel de Unamuno)
Soy escritor, entonces, nadie es perfecto” . (Billy Wilder)
Lo mejor está por venir. (Frank Sinatra)
That´s all folks. (Mel Blac, doblador de Bugs Bunny)
Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga. (Johann Sebastian Bach)
Lo hizo a la manera difícil. (Bette Davis)
No envidiéis la paz de los muertos. (Nostradamus)
De aquí si que no me escapo. (Harry Houdini)
Ocho horas con fiebre, ¡me habría dado tiempo a escribir un libro! (Honore de Balzac)
Pararía de morirme si se me ocurriera una palabra bonita o una buena idea. (Voltaire)

viernes, 11 de enero de 2013

EL HORARIO DE LAS MUSAS




Hace unos días, tras leer varios comentarios en Twitter sobre los mejores métodos a la hora de escribir, pregunté a mi TL si eso era realmente importante o deberíamos centrarnos únicamente en el resultado. Esta pregunta dio paso a todo un debate al respecto que me dejó claro que al menos, la mayor parte de los escritores, así lo consideraban. Y es somos muchos los que achacamos un buen resultado final a nuestros métodos y manías.
Me gustaría centrarme primero en la cuestión horaria. Respecto a esto hay dos grupos claramente diferenciados, los que se imponen un horario inamovible y los que esperan a que les llegue la inspiración y trabajan incansablemente hasta que esta les abandona.
Entre los casos más conocidos a la hora de imponerse normas que la llevan incluso a  fijar una fecha para comenzar a trabajar, está Isabel Allende. Cada 8 de Enero empieza a escribir, y es de la opinión de que en este trabajo donde no hay fecha ni jefe, tienes que imponerte una disciplina a ti mismo.
Sin embargo, hay otros como Ernesto Sábato, que opinaba que no se debe escribir si el tema no acosa, persigue y presiona, desde las más misteriosas regiones del ser.
Cuando hablamos de métodos la cosa cambia, resulta casi imposible que coincidamos a la hora de enfrentarnos a un papel en blanco. Desde el escritor que no puede separse de su portátil, al autor que detesta la pestaña parpadeante y escribe en papel para luego transcribir al ordenador.
Hay quien le da forma a un solo capítulo que repasa incansablemente hasta quedar satisfecho con el resultado, y quien únicamente lo retoca una vez terminado.
Algunos sentimos la necesidad de poner música de fondo y otros deben estar en el más absoluto silencio para poder concentrarse.
Puedes ser un escritor madrugador o noctámbulo, sentirte más cómodo a media mañana o a primera hora de la tarde, puede incluso que la necesidad de escribir te asalte a cualquier hora sin previo aviso, en la oficina o en medio de un sueño. Sea como sea, atendiendo a la lógica, el mejor método es siempre el que le funciona a cada uno, por eso nos sentimos tan apegados a las costumbres que hemos adquirido a la hora de escribir.
He leído multitud de opiniones al respecto buscando un nexo en común y parece que coincidimos en una única cosa, la palpable llegada de las musas. Todos los escritores somos capaces de sentir ese momento que se convierte casi en una necesidad en el que somos más proclives a dejar volar la imaginación.
Por último, para que os hagáis una idea de hasta que punto los escritores consideramos importantes nuestros métodos, os dejo los comentarios que pedí que compartieran conmigo algunos compañeros y compañeras dándome su punto de vista, y a los que agradezco enormemente su opinión. Puede que os sintáis identificados con ellos o completamente contrarios a sus métodos, en cualquier caso, las aportaciones sobre el tema son bienvenidas.

Eduardo Perellón autor de El pozo de Harod http://www.amazon.es/EL-POZO-DE-HAROD-ebook/dp/B009NCW3NS/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1349716421&sr=8-1

Tengo una novela publicada y otra en el horno, y miexperiencia está clara: aunque mil veces me propongo un horario, descubro que éste no sirve de nada si "las musas han pasado de mí", que diría Serrat.
Entonces, de repente, hago, veo o escucho algo y una catarata de inspiración me inunda. Por eso siempre llevo encima algunas hojas de papel y un bolígrafo, porque uno no sabe dónde ni cuándo ocurrirá. Al final lo que cuenta es el resultado y queda para el anecdotario personal aquellas cosas que contribuyeron a la creación de tal o cual escena, arrancando una sonrisa cuando se recuerdan.
Me gusta trabajar mucho la historia antes de escribirla físicamente, le doy muchas vueltas a la trama y los nudos argumentativos mientras me voy documentando. Intento ser eficiente y espero hasta tener las ideas claras antes de mecanografiar la historia.
Si puedo escribo con la pipa encendida y me encanta hacerlo en casa, junto a la chimenea, lo malo es que viajo mucho y no siempre puedo hacerlo en casa.


Iñigo Sota, periodista, autor de Las distancias cortas http://editorialcoco.es/vmchk/libros-on-line-descargables/las-distancias-cortas-descarga-inigo-sota-heras.html?pop=0

En mi caso, suelo pasar por tres etapas, aunque a veces se confunden:
1. Cuando ya tengo claro más o menos qué tipo de historia voy a escribir, dejo que mi mente viaje durante unas semanas: que los personajes hablan por sí mismos, que las historias entre ellos se empiecen a construir hasta que empiezo a ver LA HISTORIA que se teje entre ellos.
2. Voy tomando notas sobre la trama y sus biografías: datos y más datos hasta dar con una primera aproximación a todo lo que sucede en la historia.
3. Me pongo a escribir, capítulo a capítulo.

Dalicia http://enlamadrigueradelconejoblog.blogspot.com.es/

Hace tiempo me ponía fechas, horarios que cumplir. Quería publicar en el blog al menos tantos días a la semana. Y me sentaba, y cuanto más dejaba la mente en blanco, o forzaba... menos salía.
Ahora escribo cuando me apetece", o cuando les apetece a las musas, y es curioso, escribo más. 
A lo mejor no soy buen ejemplo, porque no puedo tirarme horas y horas escribiendo. O me sale, o no me sale :p 
Supongo que por eso lo que escribo es cortito, microrrelatos les llaman por ahí, creo.

Curufhinwe http://fjlanas.com/

Pues yo simplemente me siento y escribo. No espero la inspiración ni me pongo a pensar en cosas, ni horarios, simplemente me siento y le doy al taco y no hay más. Como decía Picasso: Si llega la inspiración que nos coja trabajando.

Emilio Tejera http://emilio-tejera.blogspot.com.es/

En cuanto a métodos, manías y demás, me figuro que en este sentido creo mucho en las palabras de Flaubert acerca de que "uno no escoge las historias que cuenta, ellas te elijen a ti"; y eso también vale para el momento en que las escribes. Hay veces que tienes una idea en la cabeza, y o bien se olvida, o bien se madura lentamente durante años, y un día te da la sensación de "ya está, ahora toca escribir", y te pones. Hay historias que son muy sencillas de poner sobre el papel y sabes perfectamente qué viene ahora y qué después, y por tanto cada vez que te pones puedes adelantar un par de párrafos. En otras, en cambio, hay momentos en que dices "no sé a dónde va esta escena", dejas que ella te indique por dónde has de seguir, y te quedas parado esperando porque, si no sabes cómo termina ésta, a pesar de que sepas por dónde va a seguir el  resto de la trama, entonces no puedes continuar porque no estás viviendo lo mismo que los personajes (a veces necesitas caminar con ellos en cada paso y otras, en cambio, puedes desconectarte hacia el pasado o el futuro con la mayor facilidad).
En mi caso particular lo que suele ocurrir es que tengo que tener muy claro y haberle dado muchas vueltas al episodio/capítulo/momento que toca escribir a continuación, y sólo entonces me pongo. Por ello procuro estar escribiendo varias cosas a la vez, para, si me quedo atascado en una, poder continuar en otras. Y estos periodos para pensar requieren mucho tiempo libre, introspección y demás, con lo cual suele ocurrir que (absorbidos por la vorágine de la vida diaria) durante los períodos de intenso trabajo no literario la imaginación se estanca, y es en cambio tras dos semanas de descanso cuando empieza a fluir y a borbotear a toda velocidad. El problema es entonces que las vacaciones se acaben y tengas que volver al cruel mundo real, momento que suele verse acompañado de horas tomadas a la noche para conseguir redactar aquello que el corazón te pide que tienes que escribir, ¡ya mismo! Y luego aparte, por supuesto, como en la música, cuenta el estado de ánimo: algunos días prefieres ponerte con algo más cómico, otros en cambio prefieres "escuchar un blues"...
Supongo que hay tantas maneras de escribir como escritores. No sé cuál de los franceses del siglo XIX (creo que Zola) tenía bien claro dónde lo dejaba y lo empezaba cada día. Creo que Terry Pratchett se obligaba a escribir 500 palabras por noche y, como una jornada terminó una novela pero le sobraban palabras, empezó inmediatamente otra. Y tenemos el curioso caso de Philip K. Dick, que creo que sólo tiene dos historias escritas en ausencia del influjo de las drogas: creo que las más desconocidas, lo cual no es precisamente un aliciente para dejarlo.

Lorea García, autora de Oscuridad, Vol. 1- Retorno desde Rangun http://www.casadellibro.com/libro-oscuridad-vol-i-retorno-desde-rangun/9788492826377/2000806

Desde mi punto de vista el escribir es como la letra de cada uno, cada cual tiene su propio estilo. Supongo que en mi caso lo que mejor me ha funcionado hasta ahora ha sido cuando mi musa me toca la puerta para avisarme de que ha llegado, y esos son los momentos en los que cojo mi cuaderno negro de pastas duras, me calzo bien los cascos, música a tope y comienzan a brotar las palabras mezclándose unas con otras hasta que consigo mi párrafo. Nunca fuerzo la situación, si sale bien y si no cierro el cuaderno y otra vez será. Me resulta frustrante ver la página en blanco y no conseguir que fluyan las palabras. No sé si es lo más adecuado, pero es lo que a mí me funciona, que a fin de cuentas es lo que vale.

Ismael Gonzalez, autor de Aequilibrium http://www.amazon.es/Aequilibrium-ebook/dp/B008TE3MMW/ref=sr_1_1?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1354385086&sr=1-1

En mi caso lo primero es la historia. Nada definitivo, por supuesto. Con algo más o menos sólido ya puede uno sentarse a escribir. Página a página la idea inicial se dedica a cambiar, a transformarse.
La mayor parte de la mañana es tiempo invertido en darle al teclado. La tarde se va en otras cosas: mirar al cielo, leer, emparejar los calcetines...
Por mi anterior y única experiencia sé que me tomo con mucha calma los primeros capítulos, pero también sé que a mitad de la novela aumento el ritmo de forma exponencial.
Seis días de escritura y uno de descanso total. Siempre.

J.Gomis López, periodista http://periolitedismo.blogspot.com.es/

Yo no tengo un método claro a la hora de escribir. Generalmente no me pongo un horario. Pero normalmente me vienen a visitar las musas todos los días. 
Así que supongo que soy de los que se deja llevar por un impulso y en ese momento necesito dejarlo plasmado. Una vez plasmada esa idea primigenia, puedo volver a ella con más organización.

Juan Luís Galán Olmedo, autor de Utopía de Sueños http://www.amazon.es/Utop%C3%ADa-de-sue%C3%B1os-ebook/dp/B009PL95GU/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1354383862&sr=1-1

Yo me conformo con tener tiempo para escribir. Bastante difícil es sacar ese rato como para restringirme más aún. Eso sí, si me pongo siempre hago que salga algo aunque sólo sean dos frases (Por suerte suele ser más). 
Manías pocas. Últimamente necesito silencio, pero las horas a las que suelo escribir son así, suele ser de noche. 
Y poco más la verdad, no soy muy maniático; creo. 

Emilio, colaborador en Diario Fenix http://laiguana.blogspot.es/

Mi método es tener permanentemente el ordenador, o algo donde escribir, encendido, o abierto, y, según se me vayan ocurriendo cosas, escribirlas. Después, al día siguiente, miro las notas tomadas y les doy forma. Me paro, tomo un té. Sigo. Me paro, veo un rato la tele. Sigo. Me paro, voy a dar un paseo. Sigo. Así, hasta que voy a buscar a mi hijo al colegio. Momento desde el cuál, no hay Dios que escriba, pero sigo con el ordenador, libreta, o lo que sea, abierto para las notas. Porque de memoria ando escaso.

Francisco Narla autor de: Lobos de Centeno, Canon de Performance, Caja Negra, y recientemente ha sacado a la venta su nueva novela Assur. http://www.casadellibro.com/libros-ebooks/francisco-narla/20079561


Lo cierto es que no tengo ninguna manía y no sigo ningún método concreto.

Yarekk Blogger http://doblementecaballero.blogspot.com.es/

Bueno, yo no tengo ningún libro publicado, todo lo que escribo es en blog, y ahí si que tengo varios libros escritos. Yo sinceramente utilizo el poco tiempo que tengo entre clase y clase y los recreos para escribir, y al llegar a casa escribo todos los días. No espero que me llegue la musa, ni me pongo unos horarios, simplemente escribo hasta que me duelen las manos o hasta que tengo que irme. Mientras no escribo, en mi mente la historia se va creando, me pierdo en mi imaginación, y como tengo buena memoria recuerdo todo lo que sucede en la historia y lo que dicen los personajes. La verdad, nunca he tenido en si eso de la ''inspiración'', siempre he sido capaz de escribir sobre cualquier cosa en cualquier momento, y gracias ha eso he quedado segunda en un certamen de mi instituto y en uno de la Mancomundiad de la sierra de Guadarrama, sobre violencia de genero, y aunque sea poco, tampoco es que me haya presentado nunca a nada más, solo a esos dos. Bueno, un saludo!

Lorenzo http://elefanteabominacion.blogspot.com.es/

La gente escribe mucho al respecto pero yo no me veo capaz xD 
Simplemente, se me ocurre algo y lo escribo, como buen romántico, además suelo pasar de corregirlo porque lo acabo estropeando. Así que no, las "musas" no existen pero hay que dejar llevarse por ellas o se acaba siendo un escritor más entre el montón porque pierdes tu originalidad.
Hasta ahí, no sé si me habré expresado bien pero bueno xD 


Vanesa Navarro Reverte, profesora de lengua inglesa y escritora http://vainillayangora.blogspot.com.es/

Un interesante tema, desde luego. En mi caso, debo diferenciar entre la poesía y la prosa. La escritura de la primera me toma por sorpresa, a traición y no hay forma de ponerle un horario o un método. Lo intenté durante una temporada y fue en vano. Sin embargo, la inspiración me ha atrapado en los lugares más insospechados: en el coche, en una cafetería con los amigos, en mitad de un concierto. Si eso me sucede y no tengo ninguna libreta a mano para apuntar, lo hago en el móvil. Eso sí, para después pulirla sí que soy metódica.
Con respecto a la prosa soy más ordenada. Tomo apuntes de personajes, trama, ambientación y otros detalles y dedico al menos un rato todos los días para escribir o corregir, aunque es cierto que no siempre puedo dedicarle el tiempo que me gustaría. No tengo experiencia en novela, solo en relatos, pero pienso que lo conduciré de igual modo.